A lo largo del sendero de la vida, a medida que vamos
madurando, nos vamos dando cuenta que son muchos los acérrimos enemigos que
tenemos.
Los cuales, dirigidos por un
cabecilla siniestro y maquiavélico, hace que sus secuaces nos rodeen, acosen,
sitien, persigan, nos arrinconen y nos obliguen a salirnos de nuestras
casillas. Ante tanto acoso, nos vemos en
la necesidad cada vez más apremiante de declarar la guerra a muerte a estos
malintencionados forajidos.
Pero; antes de tomar tan extrema decisión, estamos
obligados a estudiar detenidamente el terreno en que nos conviene combatir, y
conocer plenamente los atributos y debilidades de nuestros enemigos y de su formidable
cabecilla, como nos aconseja sabiamente Sun Tzu. Convocamos los ejércitos de nuestra
inteligencia y comenzamos a identificar los nombres de aquellos facinerosos y
sus fortalezas, para descubrir con horror, que el cabecilla y culpable de Todas
nuestras amarguras, tristezas, conflictos, problemas, estrés, ansiedad,
preocupaciones, arrogancia, prejuicios, perjuicios, derrotas, altanería, malos
entendidos, desacuerdos, disgustos, frustraciones, rencores, odios,
susceptibilidad, depresión, alteración nerviosa, resentimientos, soberbia,
neurosis, etc., etc.; es un Ser humano con nombre propio…. YO.
¡Nuestro mayor y peor enemigo, somos nosotros mismos!! Dejándonos arrastrar por nuestras emociones,
y sentimientos mal dirigidos
o, mal liderados, cuyas
consecuencias quedaron descriptas con antelación. Al darnos cuenta de semejante despropósito,
comprenderemos que Los Demás, a quienes
hasta éste dramático momento culpábamos de todas nuestras desdichas, no han tenido, no tienen y no tendrán nada
que ver con lo que nos ha venido
atormentando hasta hoy (espero). Han sido, son y serán nuestras PROPIAS
decisiones, interpretaciones, conclusiones, entendimiento, visión,
decodificaciones, pensamientos, creencias, gustos y prejuicios, los que han
venido ocasionando toda la debacle en nuestro respectivo mundo. Al negarnos el tiempo y acción de ser
felices, decidimos resentir cada
palabra, gesto, color, acento, mirada, ademán de nuestro interlocutor;
tomando la decisión de resentir cada uno de aquellos, viéndolo y acusándolo
como agresor.
¿Seguimos creyendo que alguien puede vulnerar las
fortalezas de nuestros sentimientos y emociones? ¿Seguimos convencidos que
cualquiera que fuere la expresión de nuestros interlocutores, aquella puede
penetrar en nuestro interior y manipular nuestra manera de sentir? ¿Nos
creemos una especie de robots, a los que se puede mover por medio de perillas e
interruptores que los demás pueden operar a voluntad? Cualquier respuesta
afirmativa dejará en manifiesto nuestra ignorancia respecto a nosotros mismos.
El facilismo es el que nos impulsa a echarle la culpa de nuestra ineptitud de
manejarnos a nosotros mismos, a los
demás. Se nos aconseja contar hasta diez
cuando sentimos que algo no va bien, No es para apaciguarnos, si no, ¡para Dominar nuestros propios impulsos
destructores!
Sólo existe un culpable de nuestros sufrimientos, solo
un “Capo” manejador de la mafia de nuestras emociones y sentimientos ¡¡YO!! ¡¡Tu!! ¡¡Nosotros!! Si algo hay
que cambiar, si contra alguien estamos obligados a luchar, será contra nuestra
personalidad. Como Hércules, estamos obligados a viajar a Nemea y penetrar en
la cueva (nuestro interior) del león (nuestro Ego) y luchar contra él ¡a muerte!
En esa batalla se decidirá nuestra amargura o felicidad, nuestra esclavitud
perpetua, o ¡nuestra definitiva libertad!
“Quien va a la lucha no esperando vencer, ya está vencido”
Fraternalmente
Jorge Enrique
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