En un informe emitido por la Organización Mundial
de la Salud en
Marzo de 1996 en su artículo The feminine sexual problem, decía que el número
de mujeres insatisfechas sexualmente ascendía al 83% y que el 78% de ellas no conocía el orgasmo. Aterradora estadística.
Nos pareció digno de estudio e inmediatamente pusimos manos a la
obra. Después de un par de años de
serias investigaciones llegamos a una conclusión poco agradable para el sexo
fuerte, “el de los pantalones”. Pues
concluimos que es natural que el macho esté fallando y que la cifra de mujeres
insatisfechas sea tan escalofriante. Analicemos porqué.
El adolescente empieza a masturbarse a muy temprana edad y esa
masturbación le enseña únicamente a autosatisfacerse, es decir, a
eyacular. Posteriormente su progenitor
se las ingenia para que se pueda acostar con la empleada del servicio; lo cual
es abusivo e inmoral o, lo envía con una agradable suma de dinero aun “buen”
prostíbulo en donde la mesalina de turno le despoja de su virginidad y su
dinero. Sin darle tiempo ni siquiera a respirar se abalanza sobre su “presa” y
lo conduce en un raudo remolino de ardides,
a la eyaculación (léase acabar). Y es natural que lo haga
promiscuamente, nunca había tenido una mujer desnuda REAL frente a él; porque
en las revistas pornográficas las había visto a montones pero, en vivo y en
directo ¡es otra cosa! Por su puesto, algo mucho más excitante y por ende la
libido funciona en mayor proporción, total; el “ya acabé” se escucha a los dos
o tres minutos de empezada la “faena”.
Lo que aparentemente comenzó como un juego, (la masturbación se toma
como tal generalmente), se consolida. El
muchacho se hizo hombre -según criterios ajenos- porque eyaculó dentro de una
vagina; pero, ¿qué aprendió de la sexualidad? ¿Qué sabe o que ha aprendido de
la sexualidad responsable en manos de la empleada o de la prostituta? ¿Qué
traduce el lector por sexo responsable? Generalmente al uso del preservativo
para no embarazar a la pareja o no adquirir una enfermedad infecto
contagiosa. Pero Según la Psicología -Freud,
William, Howell Masters, Erica Jong, Melanie Klein y muchos más- el sexo
responsable es aquel que busca dar a la mujer el mismo placer y éxtasis que
busca el hombre. Comprendiendo que como
ser humano, lo que él persigue, persigue su pareja. Desgraciadamente estos mismos profesionales y
decenas más, coinciden en que la aceptación
y el silencio femenino respecto a esta gran falla de su prematuro
eyaculador o “terminador”
compañero. Respondiendo a la consabida
pregunta ¿Te gusto? Con un sí rotundo, o con su ya famoso ssssi... mientras se guarda para sí, su frustración.
Lo más complejo del caso, es que el mismo hombre no es culpable. La culpabilidad y la responsabilidad de éste
despropósito, lo tiene la sociedad que no ha sabido quitarle el velo a tan
candente tema y recapitular sobre él, para aplicar una sexología sana pero
constructiva, tanto en los hogares como en los centros de docencia del mundo
entero. Una sociedad que reivindique el
derecho femenino a una sexualidad participativa y exigente; que le permita
recibir lo que brinda. . . Placer y Satisfacción.
Este hombre incapaz de complacer a su pareja, alega que es todo un
macho porque cuando asiste al prostíbulo, hace gemir a la profesional de turno. Parece ser que este tipo de personas no han
podido comprender que esa es justamente la actitud profesional de estas
“obreras del sexo”. Fingir, gritar,
gemir y jurarle a su cliente que es un verdadero macho y que es el único capaz
de hacerle ver las estrellas. (Tal vez
estudien astronomía mientras él desespera en su afán de demostrar lo
indemostrable). Durante el proceso de
investigación, nos causó profunda sorpresa leer libros sobre sexualidad como el
Kama Sutra, Coka Shastra, El Mito
Sexual, El Tao del sexo, El Punto G, La Enciclopedia del Sexo y otros de sexualidad y
metafísica, que nos hablan de la inmensa posibilidad que tiene el hombre de
hacer el amor (sí, ¡hacer el amor!) durante dos o más horas, aplicando un
principio mental y un entrenamiento físico.
Con lo cuál se metamorfosea de macho a hombre. Capaz de controlar su mente, su cuerpo y
capaz también de complacer a su pareja y tener la satisfacción propia de
alcanzar un placer hasta ahora desconocido.
Esto nos llevó a entender las palabras de Freud: “El verdadero placer
radica en evitar a toda costa acortar el proceso del placer”.
¿Que dirán la gran mayoría de los lectores masculinos de éste medio?
¿Estarán de acuerdo o nos condenarán? ¿Reconocerán su falla (si la tienen) o
intentarán llevarnos a la hoguera? Sea como fuere, la verdad es desnuda y
generalmente cruel. Si temiéramos las
reacciones o buscáramos únicamente complacer al lector, nos convertiríamos en
títeres y, eso ¡no es posible a ningún precio!
Queda pues, una reflexión y una meditación concienzuda. Si se puede hacer el amor dos o más horas sin
“acabar” ¿porqué contentarnos con los dos o tres minutos de marras? La información se hizo para aprender de ella,
por lo tanto invitamos a los lectores a informarse y aprender, con el ánimo de
que se termine de una vez por todas la neurosis de las mujeres insatisfechas
(NO están enfermas, ¡están insatisfechas!) y esa insatisfacción conduce a la
infidelidad y a la estrecha amistad con el amigo íntimo de su compañero o con
el compadre que tampoco la lleva donde quiere pero, por lo menos lo intenta.
Cabe señalar que la prenombrada investigación, ha producido grandes
efectos en muchas de mis amistades y pacientes, pudiendo comprobar a través de
ellos que realmente la aplicación de los referidos ejercicios conduce a una
sexualidad plena y efectiva. Debo manifestar por respeto al lector que en
cuanto a la experiencia personal se refiere, la transmutación sexual es una
práctica cotidiana dentro de las escuelas teosóficas y esotéricas a las que he
pertenecido por largo tiempo. Por eso,
he querido compartir esta experiencia con nuestros lectores.
Queda por comentar de la ternura, la suavidad, la sensibilidad para
brindar a la mujer la posibilidad de estar preparada para el coito o el sexo
activo; es decir, de ese necesario tiempo de “calentamiento de motores” que
necesita ella para su lubricación y su excitación; ya que el macho u hombre,
está listo para el sexo en un minuto, pero; la mujer necesita entre cinco y
quince, por lo tanto. . . queda claro que el sexo entraña una serena y sabia
responsabilidad y que no es una carrera de alta velocidad, si no una prueba de
fondo.
Fraternalmente,
Jorge Enrique
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