Desde
mucho tiempo atrás la humanidad inició un periodo de
despersonalización, que ha ido dominándola hasta llegar a gobernar
sus vidas casi completamente, con muy raras excepciones.

Éste
fenómeno toma cuerpo por una razón intrínseca, el conocimiento de
que los demás son parte nuestra nos obliga a darles una importancia
y un crédito que realmente no tienen objetivamente. Sin embargo,
desde un nivel subconsciente aceptamos a los demás como jueces y
críticos ante los cuales debemos rendir pleitesía.
Estamos
hablando de la dependencia y el miedo que hemos generado en cuanto a
la opinión de los demás respecto a nuestra forma de ser, de vestir.
Nuestros gustos, tocante al color, aroma o sabor dependen mucho de
las opiniones de las personas que nos rodean y, la mayoría de las
veces, a nuestro pesar dejamos a un lado nuestro impulso, gusto, o
idea; para llevar a cabo las que nos fueron sugeridas.
¡Cuántas
veces Hemos seguido una carrera universitaria y nos hemos hechos
profesionales en una materia que no nos gusta pero; que complacía a
nuestros padres, familiares, amigos y en última instancia a nuestros
vecinos!
¿Cuántos
estamos viviendo en este momento esta circunstancia?
¿Cuántos
vivimos actuando en la vida y llevando en nuestro interior el
resentimiento de no poder ser nosotros mismos?
¿Por
qué la falta de autenticidad, de donde proviene esta especie de
pandemia?
Como
la mayoría de las cosas en nuestro medio, es un legado de nuestros
ancestros.
Pero;
¿Porqué en pleno siglo XXI existen tantas víctimas de la opinión
pública?
La
únicas respuestas son: Carecemos de personalidad y desconocemos la
acepción de independencia,
personalidad y criterio. O,
simplemente no nos importamos a nosotros mismos.
Fraternalmente.
Jorge
Enrique
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar