Bajo
el título de Padre – Madre, se suelen cometer los más grandes
desafueros. Insultar, minimizar, escandalizar, golpear y en
definitiva, frustrar a los hijos, supuesto fruto del amor. Estamos
seguros que si pudiéramos cambiar el “titulo” Padre –Madre por
el de AMIGO – AMIGA, concienciando el valor total de la palabra,
las cosas marcharían 100% mejor.
Porque entenderíamos por fin que
nuestros hijos e hijas, no son otra cosa que seres humanos pequeños,
que necesitan de nosotros, tanto como nosotros necesitamos a las
personas que nos rodean, llámense empleadores, dueños de casa,
empleados, amigos, familiares etc. Por que se supone que estamos
conscientes que únicamente las relaciones dentro del respeto,
cordialidad y calidad humana, nos permitirán establecer los vínculos
sanos necesarios para mantener esas relaciones y beneficiarnos de
ellas. ¿Por qué estamos empeñados en utilizar las relaciones
humanas, únicamente en las empresas? Tal vez porque hemos olvidado
que la FAMILIA es la base de la sociedad; y, que nuestros hijos son
parte de la familia.
Con
estas “pequeñas” partes de la familia, tenemos responsabilidades
primarias y secundarias. Sin embargo, siempre olvidamos las
primarias, concentrándonos exclusivamente en las secundarias. Dicho
de otra forma, nos concentramos en la instrucción académica, mal
llamada educación y nos olvidamos por completo de la formación de
nuestros hijos. A saber:
Criterio,
autoestima, personalidad, independencia, y, en definitiva, todos
aquellos valores que componen la madurez y la inteligencia emocional
de los hombres ejemplares y exitosos. Sin embargo, no vacilamos en
exigir y demandar de nuestros pequeños, comportamientos y actitudes
que nosotros no hemos poseído nunca y que por lo tanto, ¡nunca
hemos inculcado!
El
Principio de Autoridad, es otra de las cosas que hemos mal
interpretado. ¿En donde aprendimos que gritar, vociferar, maldecir
y golpear, es autoridad? Este es uno de los más grandes
despropósitos llevados acabo por los llamados “padres de familia”.
Tal vez funcione en el cuartel, pero no en casa; aunque usted sea
militar y pretenda creer que la milicia, “es el único medio
valedero para formar hombres”, está equivocado. Los niños no
entienden de gritos, ni imposiciones, ni ordenes concluyentes. Ellos
entienden los buenos modales, explicaciones, y disciplina, cuando
ésta se aplica dentro de los parámetros de la congruencia y al
amor. Dado que la disciplina es una repetición de actos, estos
actos se perfeccionarán a tal punto que crearemos un hábito y, no
podemos olvidar el famoso refrán “El habito hace al maestro”.
Nos
queda recordar que la imposición pasiva, es una orden disfrazada de
sugerencia, que a través de un corto tiempo, con el seguimiento
adecuado, los incentivos de ley, la paciencia y el amor, el niño o
la niña ejecutarán a la perfección, convirtiendo aquel cúmulo de
“sugerencias” en procedimientos y disciplinas que le permitirán
realizarse en las diferentes instancias y etapas de de la vida.
Fraternalmente,
Jorge
Enrique
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