Una de las inducciones tradicionales realizada
a los integrantes de la sociedad, es la necesidad de realización. Es decir...
llegar a ser una
persona importante y/o realizar una obra magna para sí mismo, su familia o la
sociedad .
El concepto arraigado en la mente de los
habitantes del planeta es que el dinero, la fama, el poder o una serie de
determinados objetos satisfarán las necesidades, aportando las sensaciones
deseadas. Sin embargo, una vez
alcanzados unos u otros, el vacío y la búsqueda de satisfacción, se vuelcan
hacia otra metas y de nuevo; la sensación de no haber alcanzado aún aquello que
se busca, obligará a los individuos a proyectarse hacia otra u otras metas
nuevas y diferentes cada vez.
Convencidos de que el dinero es la
fuente de la paz y la armonía que se busca para, a partir de allí, atraer más
dinero, que su vez, aportará vitalidad, autoestima y en definitiva; poder. Poder
para dominar, si no; al mundo, a los empleados, subalternos, o; por lo menos, a al núcleo familiar, pero:
poder en definitiva.
Sin embargo, el dinero y la posesiones,
traen consigo, el vértigo de la pérdida.
El temor e incertidumbre de que un día la moneda se deprecie, bajen los valores
bursátiles, las mafias invadan tus empresas, puedan secuestrar a un miembro de
la familia, asaltar, o robar las pertenencias alcanzadas, traen consigo un
estrés agotador y enfermizo. Terminarán comprendiendo que la paz tan anhelada y
la armonía soñada no se han podido alcanzar y que por el contrario, están más
lejos que nunca. Ya que el boato, la “rancia” sociedad que le rodea, las
francachelas acostumbradas en estos estratos sociales, traen consigo la
deslealtad, la infidelidad, los vicios, las adicciones, la venta y compra de
consciencias y virginidades, que acarrean más tedio y cargas morales que
felicidad y realización.
Terminarán estas personas comprendiendo
que ninguna cualidad superior, sea esta paz, armonía, amor, felicidad valor,
poder personal o respeto propio, se alcanza con dinero. Que al contrario, aquel
cambiará las vibraciones áuricas y, sin lugar a dudas, te convertirá en un
magneto que atraiga el tipo de vibraciones que generas emocionalmente hablando,
convirtiéndote en víctima de tu riqueza, posición y posesiones; puesto que,
perderás tu libertad, al tener que convertirte en el guardián implacable de las
mismas.
Los sueños se extinguirán y la grandeza
financiera acrecentará entonces el deseo de ser el dueño de sí mismo, lo cuales
impulsará a comenzar de nuevo la cadena infinita de fracasos espirituales y
triunfos financieros.
Existe solo un camino hacia el encuentro
con nosotros mismos. Ese sendero se inicia en nuestro interior, y se empieza a
recorrerlo cuando entendemos que todo cuanto tenemos que experimentar en este
planeta, es parte del plan que trajo nuestra alma consigo; y, que en definitiva,
el cuerpo físico, el tan amado, cuidado, maquillado y ciliconeado cuerpo, es
únicamente el vehículo de aquella. Por eso se agusana cuan ella se marcha.
Nunca el falente y gusanoso cuerpo podrá
salvar al alma, pero aquella será más grande y perfecta, llena de las
experiencias importantes y valederas para ella, a través del lenguaje de la
moral, el respeto, la ecuanimidad y el entendimiento de sus perpetuas aunque
soslayadas leyes. Teniendo en cuenta que no es la repetición de las escrituras
lo que conduce a la sabiduría, si no; únicamente la práctica y vivencia de
aquellas.
Recordemos: ¡Nada re repeticiones vanas!
Fraternalmente,
Jorge Enrique
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