miércoles, 16 de noviembre de 2016

LA REALIZACIÓN

Una de las inducciones tradicionales realizada a los integrantes de la sociedad, es la necesidad de realización. Es decir...


 llegar a ser una persona importante y/o realizar una obra magna para sí mismo, su familia o la sociedad .

El concepto arraigado en la mente de los habitantes del planeta es que el dinero, la fama, el poder o una serie de determinados objetos satisfarán las necesidades, aportando las sensaciones deseadas.  Sin embargo, una vez alcanzados unos u otros, el vacío y la búsqueda de satisfacción, se vuelcan hacia otra metas y de nuevo; la sensación de no haber alcanzado aún aquello que se busca, obligará a los individuos a proyectarse hacia otra u otras metas nuevas y diferentes cada vez.

Convencidos de que el dinero es la fuente de la paz y la armonía que se busca para, a partir de allí, atraer más dinero, que su vez, aportará vitalidad, autoestima y en definitiva; poder. Poder para dominar, si no; al mundo, a los empleados, subalternos,  o; por lo menos, a al núcleo familiar, pero: poder en definitiva. 
Sin embargo, el dinero y la posesiones, traen consigo, el vértigo de la pérdida.  El temor e incertidumbre de que un día la moneda se deprecie, bajen los valores bursátiles, las mafias invadan tus empresas, puedan secuestrar a un miembro de la familia, asaltar, o robar las pertenencias alcanzadas, traen consigo un estrés agotador y enfermizo. Terminarán comprendiendo que la paz tan anhelada y la armonía soñada no se han podido alcanzar y que por el contrario, están más lejos que nunca. Ya que el boato, la “rancia” sociedad que le rodea, las francachelas acostumbradas en estos estratos sociales, traen consigo la deslealtad, la infidelidad, los vicios, las adicciones, la venta y compra de consciencias y virginidades, que acarrean más tedio y cargas morales que felicidad y  realización.

Terminarán estas personas comprendiendo que ninguna cualidad superior, sea esta paz, armonía, amor, felicidad valor, poder personal o respeto propio, se alcanza con dinero. Que al contrario, aquel cambiará las vibraciones áuricas y, sin lugar a dudas, te convertirá en un magneto que atraiga el tipo de vibraciones que generas emocionalmente hablando, convirtiéndote en víctima de tu riqueza, posición y posesiones; puesto que, perderás tu libertad, al tener que convertirte en el guardián implacable de las mismas.

Los sueños se extinguirán y la grandeza financiera acrecentará entonces el deseo de ser el dueño de sí mismo, lo cuales impulsará a comenzar de nuevo la cadena infinita de fracasos espirituales y triunfos financieros.

Existe solo un camino hacia el encuentro con nosotros mismos. Ese sendero se inicia en nuestro interior, y se empieza a recorrerlo cuando entendemos que todo cuanto tenemos que experimentar en este planeta, es parte del plan que trajo nuestra alma consigo; y, que en definitiva, el cuerpo físico, el tan amado, cuidado, maquillado y ciliconeado cuerpo, es únicamente el vehículo de aquella. Por eso se agusana cuan ella se marcha.

Nunca el falente y gusanoso cuerpo podrá salvar al alma, pero aquella será más grande y perfecta, llena de las experiencias importantes y valederas para ella, a través del lenguaje de la moral, el respeto, la ecuanimidad y el entendimiento de sus perpetuas aunque soslayadas leyes. Teniendo en cuenta que no es la repetición de las escrituras lo que conduce a la sabiduría, si no; únicamente la práctica y vivencia de aquellas.

Recordemos: ¡Nada re repeticiones vanas!

Fraternalmente,

Jorge Enrique   




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